La Jornada. Editorial
Por debajo de los
tecnicismos y los discursos, en el fondo del debate en torno a la
reforma de la legislación laboral que se prepara en el Legislativo hay
dos posturas en pugna. Una está inspirada en el propósito de hacer más
fácil la explotación de los trabajadores por las empresas, mediante el
aprovechamiento del enorme desempleo y la pobreza mayoritaria que se
abaten en el país. Para esa postura, que apela a la necesidad de
incrementar la competitividad, la productividad y la rentabilidad de la
economía nacional, los derechos y las conquistas laborales representan
estorbos que deben ser desechados, a fin de permitir que
Es significativo en este aspecto el dato publicado ayer en estas
páginas acerca del desplazamiento de las mercancías chinas por las
mexicanas en el mercado estadunidense, logrado mediante la reducción de
los salarios en nuestro país. Podrá argumentarse, en efecto, un
incremento de la competitividad internacional de los productos
mexicanos, pero no debiera omitirse que tal fenómeno se traduce en
México en una reducción de los niveles de vida y bienestar de los
asalariados nacionales.el mercadoregule por sí mismo las relaciones entre empleadores y trabajadores en evidente provecho de los primeros. En un entorno en que la oferta de mano de obra supera con mucho a la demanda, los salarios, de por sí castigados y contenidos por las directivas económicas oficiales y transnacionales, sufrirían una nueva contracción por efecto de la competencia entre aspirantes a un puesto.
En esta lógica, en la medida en que se logre la supresión de derechos y garantías para los trabajadores será posible transformar una porción de la miseria causada por el desempleo en miseria contratada; la patronal logrará, así, aumentar sus utilidades, y la autoridad podrá presumir de una reducción significativa del desempleo. Pero, más allá de esos cuestionables logros, el país habrá dado un paso adicional a la crisis social, la desesperanza y la degradación.
Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos. Los salarios mínimos profesionales se fijarán considerando, además, las condiciones de las distintas actividades económicas.
Durante un cuarto de siglo, el régimen ha venido instaurando disposiciones legales y administrativas favorables a los patrones y perjudiciales para los trabajadores. Es tiempo de abandonar esa lógica, que ha causado gran devastación humana, y buscar fórmulas que restablezcan un mínimo grado de equilibrio social, habida cuenta de que la productividad y la competitividad sólo pueden sostenerse, a mediano y largo plazos, con una fuerza laboral capacitada y satisfecha en sus necesidades básicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario