Periódico La Jornada
Domingo 10 de noviembre de 2013
Domingo 10 de noviembre de 2013
Desde hace décadas los
trabajadores y los luchadores sociales de México carecen de un partido
propio con registro electoral y, en la larga y continua serie de
elecciones que se realizan para elegir el personal que gobernará en
nombre de los capitalistas, deben optar entre distintas versiones (PRI,
PAN, PRD) de una alianza para servir en las instituciones y respaldar a
un gobierno represor, entreguista y antinacional, delincuencial y al
sistema capitalista en general. La degeneración priísta total del PRD
(aunque en su base en los estados pueda haber aún militantes combativos)
y la subsistencia del PRI tienen sus bases en los errores de la
izquierda anticapitalista frente a Lázaro Cárdenas y en los años
sucesivos, pero sobre todo es la expresión de la ideología arraigada en
las mayorías populares, según la cual
El hecho, sin embargo, es que los oligarcas y grandes capitalistas,
agentes de las trasnacionales o ligados al capital financiero
internacional, sólo tienen de mexicanos los papeles y destruyen las
conquistas sociales y políticas de la Revolución, hacen retroceder a los
tiempos porfiristas y entregan los bienes comunes al mejor postor. La
unidad nacional de explotados y explotadores es, por lo tanto, un mito y
también es fatal esperar que un gobierno de los capitalistas y para los
capitalistas locales o extranjeros pueda asegurar la liberación
nacional y social de los oprimidos.somos todos mexicanosy hay que esperar que los problemas sean solucionados verticalmente desde el gobierno.
Desde hace casi 10 años y en ruptura con la corrupción y el servilismo de la dirección del PRD, un vasto sector de la población, apoyado por sinceros y valiosos intelectuales y por millones de los mexicanos más activos en la protesta social, está creando contra el Pacto por México de las derechas unidas y de sus paleros un Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), cuyo nombre mismo sugiere una continuidad con el sistema político y social que, en cambio, hay que liquidar. Pero ese partido, aún en formación y en lucha por su registro electoral, no logra influir a otra parte numerosa de los explotados y oprimidos ni educarla en la necesidad de la acción política. Tampoco logra sacarla de la vía muerta de la abstención en la que caen esos sectores indígenas y populares porque rechazan la ilusión de Morena (desmentida en todas las elecciones a partir del fraude contra el ingeniero Cárdenas en 1988) en la posibilidad de que la clase gobernante y el imperialismo acepten un triunfo electoral de una oposición crítica aunque ésta tenga una dirección y una política muy moderada.
De ahí la importancia de la formación y de la lucha por imponer su registro electoral como partido nacional de la Organización Política de los Trabajadores (OPT), que nació de la acción común de varios de los sindicatos independientes y combativos de México en unión con organizaciones sociales y de la izquierda revolucionaria.
La OPT no sería el primer partido nacido de algunos sindicatos. Ya en el siglo XIX en Inglaterra los sindicatos y un sector de la intelectualidad formaron el Partido Laborista, que fue fundamental para organizar a la clase obrera británica. En 1945, los sindicatos argentinos les imitaron creando un Partido Laborista que dio el triunfo electoral al coronel Juan Domingo Perón, hasta que éste los integró a la fuerza al Estado creando un partido único capitalista de base obrera y popular, el Partido Peronista. En 1952, la Central Obrera Boliviana actuó de hecho como partido. Posteriormente, en Brasil, los sindicatos obreros y campesinos, más las Comunidades de Base católicas y diversas agrupaciones de la izquierda, crearon el Partido de los Trabajadores. Todas estas experiencias terminaron, de un modo u otro, por ser absorbidas por el Estado.
Es que los sindicatos son una escuela primaria de conciencia de clase, pues unen a los trabajadores de un ramo contra sus patrones, pero son también un instrumento de adaptación al sistema, ya que defienden a los trabajadores en el mercado laboral como pequeños propietarios de su fuerza de trabajo, a la que venden como mercancía y, como cualquier grupo de productores, luchan esencialmente por los precios de esas mercancías (los salarios) y las condiciones de venta (las condiciones laborales).
El Estado, en condiciones normales, por consiguiente, puede promover, corromper e integrar direcciones y burocracias sindicales. Pero, en las grandes crisis sociales, fuertes sectores de los trabajadores imponen y defienden la democracia sindical y politizan los sindicatos, o por sobre ellos crean organismos ad hoc que los representan, sobre todo si la izquierda es capaz de combatir en la lucha cotidiana las tendencias conciliadoras y la ideología dominante.
Por eso, hoy, hay que defender el derecho de los obreros a tener su propio partido, lograr el registro de la OPT, respaldar a las direcciones sindicales combativas y, al mismo tiempo, popularizar políticas que conduzcan desde la lucha defensiva hasta la realizaciónde acciones que creen conciencia y poder anticapitalista.
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