Defender el voto, les pide el candidato; no nos falles, le responden
Tarde luminosa de generaciones idas y presentes en la plaza tlatelolca
Andrés Manuel López Obrador con los escritores Elena Poniatowska y Paco
Ignacio Taibo II (a espaldas del candidato), durante el acto
estudiantil realizado en TlatelolcoFoto Carlos Ramos Mamahua
Blanche Petrich
Periódico La Jornada
Martes 22 de mayo de 2012, p. 5
Martes 22 de mayo de 2012, p. 5
Roto el mito de que los jóvenes son apáticos
frente a la vida política del país, estudiantes de cerca de 200
universidades de toda la nación, públicas y privadas, acudieron ayer,
tarde esplendorosa de mayo en la Plaza de las Tres Culturas de
Tlatelolco, a sellar un pacto con el candidato del Movimiento
Progresista, Andrés Manuel López Obrador.
Ellos aseguran a gritos que harán la tarea que les asigna el
candidato: en los 40 días que restan para las elecciones deben orientar
el pueblo, vigilar las casillas y defender el voto de quien, sin
dudarlo, ya ven como su presidente.
A cambio, AMLO promete, sin necesidad de escenificar firma alguna, cumplir las demandas y aspiraciones que el movimiento estudiantil le pone enfrente: derecho a la educación de calidad; no más rechazados; cupo para todos; un sistema de becas extenso y eficaz.
Y también, pensando más allá de la graduación, mirando a su futuro hoy incierto, exigen proyectos de desarrollo y empleo que incorporen a los egresados de la educación superior. No más subempleo o desempleo para los futuros ingenieros y diseñadores; literatos e historiadores; abogados y politólogos; biólogos y astrofísicos; filósofos y contadores. No más fuga de cerebros, no más chambas chatarra para los médicos y licenciados, antropólogos, normalistas y veterinarios del mañana.
La Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca propone una demanda más: inclusión de los discapacitados en el sistema universitario.
Tarde de pensar en generaciones idas y presentes; de dejarse calentar el alma por los fantasmas de aquellos que en este mismo sitio fueron masacrados hace 44 años, invocados por Paco Ignacio Taibo II, jóvenes de entonces que asistían a una concentración estudiantil parecida, pero diferente a ésta.
Flanqueando a AMLO no hay políticos, sólo estudiantes en nombre de distintas casas de estudios: los 165 tecnológicos del país, representados por el de Mérida; la UNAM, universidades de los estados, la Ibero, desde luego, heroína de la coyuntura; Chapingo y la UACM –creada por el mismo López Obrador como jefe de Gobierno del DF–, la UAM y el Poli. Sus discursos tienen una sonoridad tan fresca como no se había escuchado hasta ahora en las campañas.
Toca abrir a Armando Iturbe, joven bien vestido de la Uia (donde para estudiar se deben pagar, cuando menos, 150 mil pesos al año). La injusticia social no le es ajena. Muy serio voltea a ver al candidato:
No nos falles. Y prende al respetable que estalla en gritos:
¡No nos falles!Muy conmovido, López Obrador les contesta:
No voy a fallarles; es en serio.
Giovanni Aguirre, de la FES Acatlán, repite para solaz de todos el
resultado del ensayo de elecciones que se hizo la semana pasada en la
UNAM, donde López Obrador barrió con 85 por ciento de los votos.
Y si alguien pide revisión, nosotros sí estamos dispuestos a un recuento voto por voto, casilla por casilla.
El futuro politólogo de la UAM Julián Castruita emite la frase más cruda del acto:
El lugar de los jóvenes debe ser el aula, no la calle ni los ataúdes. Pone el dedo en una llaga dolorosísima de su generación: centenares de universitarios desaparecidos o asesinados en la capital y los estados.
Christian Ramírez, del IPN, se queja de la falta de democracia y reducción de presupuesto en el Poli;
Rodrigo Flores, de la UACM, en cambio, no menciona el conflicto interno
en su universidad, y por último Adrián Gorozica, del Tecnológico de
Mérida, recuerda que cuatro de cada diez ingenieros del país son
egresados de los 162 planteles hermanos del Instituto Politécnico,
afectados hoy por el abandono y la gradual privatización.
¿Qué cuántos serían? Desde el templete se ve que todos los confines de la plaza están cubiertos... Desde las ventanas del edificio Chihuahua penden mantas gigantes del Poli, de AMLO, del sindicato de electricistas en resistencia, el SME; pendones con las palabras
¿Cifras? Quién sabe. Pero el sesentayochero Jesús Martín del Campo hace memoria y calcula que pocos momentos colmaron así la emblemática explanada. Aquella tarde del 2 de octubre de 1968, antes de que el espacio se cubriera de sangre; después, algunos mítines conmemorativos de la noche de Tlatelolco: el quinto, el 25, el 40 aniversario. Y tal vez aquel 15 de septiembre de 2006, cuando en respuesta Andrés Manuel López Obrador fue ungido
Finalmente, AMLO frente al micrófono: habla de su inspiración en la secundaria, un maestro del 68, Rodolfo Lara, que hizo huelga de hambre y fue preso político; de sus años en la FCPS de la UNAM, adonde entró en 1973, bajo la fuerza del chileno Salvador Allende. Y abordó un tema no muy frecuente en sus discursos:
Y con esa frase desata la apoteósica despedida con la que concluyen tres días en un solo impulso juvenil, tres días de sinergia –analiza Taibo II– que desafían a la fuerza de gravedad que ejercen, a seis semanas de las elecciones, las encuestas y la televisión.
Y los muchachos se dispersan tarareando el arreglo que, con permiso de Violeta Parra en el más allá, hizo Pedro Miguel de sus versos:
¿Qué cuántos serían? Desde el templete se ve que todos los confines de la plaza están cubiertos... Desde las ventanas del edificio Chihuahua penden mantas gigantes del Poli, de AMLO, del sindicato de electricistas en resistencia, el SME; pendones con las palabras
Universidady
Revolución. La muchedumbre busca sombra en los centenarios muros de tezontle de la iglesia de Santiago. Desde la azotea del edificio 15 de Septiembre debe verse curioso el latido de la multitud, que salta al unísono:
¡El que no brinque es Peña!
¿Cifras? Quién sabe. Pero el sesentayochero Jesús Martín del Campo hace memoria y calcula que pocos momentos colmaron así la emblemática explanada. Aquella tarde del 2 de octubre de 1968, antes de que el espacio se cubriera de sangre; después, algunos mítines conmemorativos de la noche de Tlatelolco: el quinto, el 25, el 40 aniversario. Y tal vez aquel 15 de septiembre de 2006, cuando en respuesta Andrés Manuel López Obrador fue ungido
presidente legítimopor sus seguidores.
Finalmente, AMLO frente al micrófono: habla de su inspiración en la secundaria, un maestro del 68, Rodolfo Lara, que hizo huelga de hambre y fue preso político; de sus años en la FCPS de la UNAM, adonde entró en 1973, bajo la fuerza del chileno Salvador Allende. Y abordó un tema no muy frecuente en sus discursos:
No despreciamos a quienes piensan que la vía armada es una posibilidad para la transformación. Pero con todo respeto, nosotros vamos a luchar siempre por la vía pacífica y electoral. Él, que se define como de la generación de la transición democrática, frustrada con el fraude a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988; que padeció el engaño de la generación de la alternancia panista,
gatopardista, finalmente llega a este día para constatar:
Estoy feliz, ya hay relevo generacional. ¡Viva la generación de la transformación!
Y con esa frase desata la apoteósica despedida con la que concluyen tres días en un solo impulso juvenil, tres días de sinergia –analiza Taibo II– que desafían a la fuerza de gravedad que ejercen, a seis semanas de las elecciones, las encuestas y la televisión.
¡Presidente!, ¡presidente!, retumba la Plaza de las Tres Culturas.
Y los muchachos se dispersan tarareando el arreglo que, con permiso de Violeta Parra en el más allá, hizo Pedro Miguel de sus versos:
“Aquí están tus estudiantes /Plaza de las Tres Culturas/recuerdo
de los caídos/para la gente futura/aquí seguimos haciendo/la historia
sin amargura/¡Caramba y zamba la cosa/con enojo y con ternura!”
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