El presidente electo, Enrique Peña Nieto.
Foto: Germán Canseco
Foto: Germán Canseco
Cada época tiene un discurso característico y esta no será la excepción. Después del foxismo, donde se inauguró la ocurrencia como discurso oficial, y del calderonismo, necio exponente de la victoria bélica sobre un fracaso mortuorio, llega Enrique Peña Nieto y, con ello, otras formas de la palabra.
Este PRI, nuevo como es, no puede regresar al discurso posrevolucionario, necesita una estética diferente, a tono con la teledictadura contemporánea. Así, en esta época de transición, hemos estado escuchando nuevos términos y conceptos de boca del equipo de Peña Nieto, que vale la pena resumir en un glosario para su mejor comprensión.
Caprichos políticos: forma de llamarle a las denuncias de los escasísimos opositores decentes que no van en sintonía con los intereses del gobierno.
Combate al crimen organizado: el título “guerra” fue muy desafortunado, en los hechos será lo mismo que con Felipe Calderón, pero con un término más amable.
Comisión Anticorrupción: órgano para castigar a los adversarios y posibles traidores.
Consejo Nacional por la Ética Pública: instituto donde las peores sanguijuelas darán clases de moral al electorado.
Debate de propuestas: somnolientos discursos parlamentarios carentes de cualquier viso de crítica.
Diálogo interpartidista: comilonas donde se reparte lo que queda del país.
Fortalecimiento de las relaciones comerciales: viajes para vender en el extranjero los restos de los recursos naturales de México.
Instituciones confiables: gigantes edificios con gruesa burocracia donde nadie repela públicamente y se evita velar por los intereses de los ciudadanos.
Oposición responsable: título con el que se nombra a los compañeros de otros partidos que juegan en el mismo equipo de la clase gobernante.
Político maduro: vetusto acomodaticio que extravió todos sus ideales de juventud.
Prole: tierna manera para referirse a los jodidos pobretones.
Puñado de envenenados: nombre para denostar a los revoltosos, activistas, defensores de los derechos humanos, sacerdotes valientes, líderes sociales y demás parias quejosas.
Reforma constitucional: forma de legalizar la explotación, el abuso y la trampa en nombre del bien del país.
Secretaría de Gobernación: agencia de espionaje y tortura contra los enemigos del régimen.
Uso legítimo de la fuerza: manera romántica de llamarle al vulgar “macanazo”.
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