La aspirante presidencial panista, Josefina Vázquez Mota.
Foto: Octavio Gómez
Foto: Octavio Gómez
Luego
de haber conquistado el Poder Ejecutivo federal, el PAN se precipitó al
tercer lugar nacional como fuerza política. En medio del pasmo y el
enojo por la aplastante derrota, algunas voces internas de ese partido
enderezan duras críticas contra quienes consideran responsables de la
debacle, entre ellos Felipe Calderón y el expresidente Fox, a quienes
califican de “traidores”. Mientras tanto, las corrientes panistas
empiezan el jaloneo por el control del blanquiazul.
Con
el PAN resquebrajado, impotente y humillado por la debacle y las
“traiciones” de Vicente Fox y Felipe Calderón, que atizan una guerra
intestina, Josefina Vázquez Mota se ofrece –desde su tercer lugar en la
contienda– como la interlocutora de Enrique Peña Nieto para legitimarlo y
pactar un nuevo ciclo del cogobierno que ha habido desde 1988 con
Carlos Salinas.El eventual pacto se construye mientras Calderón conduce, desde Los Pinos y con una campaña de medios, la “reflexión” por el desplome del PAN, que llegó casi a niveles de 1988 cuando el partido presidido por Luis H. Álvarez hizo a un lado a Manuel Clouthier, su candidato, y pactó con Salinas.
Dos cifras revelan la magnitud de la derrota panista al cabo de 12 años de gobierno: De los 22 millones de votos que se puso como meta sólo logró 12 millones 876 mil y obtuvo 115 diputaciones federales, 14 más que en 1988.
Pero en un contexto distinto la lógica es la misma: La noche del domingo 1, cuando aún eran contados los votos, Vázquez Mota avaló a Peña Nieto –a lo que se sumó de manera fulminante Calderón– y le ofreció aprobar reformas, una oferta que reiteró el jueves 5, aunque ahora sí acusando “circunstancias de inequidad que tuvieron un efecto determinante en el resultado electoral”.
Como en 1988 lo hizo Álvarez, Vázquez Mota planteó, además de nuevas leyes en materias laboral, energética y fiscal, una reforma política para la legitimación de Peña en el ejercicio del poder: “Dadas las condiciones en las que esta campaña se desarrolló, el nuevo gobierno sólo adquirirá plena legitimidad si muestra disposición a hacer una reforma política profunda”.
El 16 de noviembre de 1988, mientras Cuauhtémoc Cárdenas, candidato de la izquierda, se movilizaba en defensa del voto lo mismo que Clouthier, el PAN presidido por Álvarez planteó a Salinas el Compromiso Nacional por la Legitimidad y la Democracia que ante el “proceso electoral viciado” enumeraba exigencias y advertía:
“El nuevo gobierno sólo conseguirá legitimarse si desde el primer día de sus funciones actúa como gobierno de transición que acata el mandato popular de democratización, pluralismo, justicia social y soberanía nacional expresado por medio del voto realmente emitido el 6 de julio, a pesar de todas las irregularidades registradas”.
En lo que Vázquez Mota no cambió –igual que Calderón– fue en diferenciarse de Andrés Manuel López Obrador y su exigencia, prevista en la ley, de demandar limpieza en las elecciones y reclamar la inequidad durante todo el proceso electoral.
(Extracto del reportaje que se publica esta semana en la revista Proceso 1862, ya en circulación)
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