El gobierno calderonista alardeó de sus logros económicos y, a la hora del recuento, resulta que dejó destruidas las finanzas públicas. Especialmente en los últimos años del segundo sexenio panista, se hicieron evidentes las fallas, abusos y torpezas: La dependencia extrema de los ingresos petroleros, las incongruencias del sistema tributario y de la política de subsidios y el endeudamiento de algunas entidades federativas que simplemente dejaron hipotecado su futuro.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- En su informe de resultados de la revisión de la Cuenta Pública federal de 2011 –que dio a conocer el miércoles 20–, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) es implacable: En el penúltimo año de su gobierno a Felipe Calderón se le descompusieron las cosas en materia económica, que era la que más presumía. La economía nacional se desaceleró; la actividad industrial, en particular, perdió gravemente el paso y el sector de más empuje dentro de ella, el manufacturero, prácticamente se estancó.
Fue el año en el que quedaron de manifiesto todas las debilidades de la política económica seguida en los últimos años: La dependencia extrema de los ingresos petroleros y de la economía estadunidense y las fallas e incongruencias del sistema tributario y de la política de subsidios.
En materia de impuestos todo lo que se hizo en los años previos no funcionó o cuando mucho tuvo un impacto efímero.
Se crearon el Impuesto Empresarial a Tasa Única (IETU) y el Impuesto a los Depósitos en Efectivo (IDE); se aumentó un punto porcentual a la tasa del IVA, que quedó en 16% y de 11% en las fronteras; se le subieron dos puntos a la tasa del ISR, a 30%; se le impuso un IEPS de 3% a las telecomunicaciones, otro de hasta 30% a los juegos con apuestas y sorteos y de 53% a las bebidas alcohólicas.
Y la recaudación tributaria, sin embargo, no aumentó en 2011. Regresó a ser del 10% del PIB, nivel que ya se había superado en los primeros años del gobierno de Calderón.
Peor aún, el resultado del esfuerzo recaudatorio se diluyó en extraordinarias devoluciones de impuestos –sobre todo a grandes empresas–, por casi 285 mil millones de pesos.
En el mismo sentido buena parte de los ingresos excedentes que dejó el petróleo en 2011, por casi 97 mil millones de pesos, se fueron por la coladera de los subsidios a las gasolinas, que benefician a los estratos de población con más recursos.
Para completar el panorama de 2011, acabó el año con un festín de endeudamiento federal y local. La deuda bruta del sector público federal acabó en cinco billones de pesos, cuando al final del primer año de gobierno, 2007, fue de 2.6 billones.
Y en estados y municipios el desastre: La deuda subnacional, como le llaman los especialistas, pasó de 186 mil 470 millones de pesos en 2007 a 391 mil millones en 2011.
En términos generales es poco más del doble. Pero los casos individuales espantan. Por ejemplo Coahuila: en 2007 tenía una deuda de 487 millones de pesos. Cuatro años después, en 2011, era ya de ¡36 mil 500 millones de pesos!
Es decir que en 48 meses aumentó su deuda 75 veces.
Pocos y malos empleos
El Informe del Resultado de la Fiscalización Superior de la Cuenta Pública 2011, que Juan Manuel Portal –titular de la ASF– entregó el miércoles 20 a la Cámara de Diputados, da cuenta del freno a la economía en 2011 y sus consecuencias en el ámbito laboral y salarial.
Ese año la economía nacional creció 3.9%, muy por debajo del 5.5% alcanzado en 2010. En particular la actividad industrial creció 4%, por debajo del 6.2% registrado un año antes.
El sector manufacturero, orgullo de quienes dirigen la economía del país –porque, dicen, pone a México a competir de tú a tú con las grandes potencias–, fue el que más se desplomó. Ese año creció apenas un poco más de la mitad que en 2010: 5.2%, contra 9.9% del año previo.
La disminución en el ritmo de crecimiento de la economía tiene como consecuencia natural el deterioro del empleo y el salario.
La ASF refiere que si bien en 2011 había 3.5 millones más de ocupados que en 2007, la mayor parte de ellos encontró una fuente de ingresos en la subocupación y en el sector informal.
En el periodo 2007-2011, poco más de la mitad (50.4%) del incremento en la población ocupada se empleó en la informalidad. Es decir, de esos 3.5 millones que lograron emplearse, casi 1.8 millones lo hicieron en la informalidad.
Nada halagüeños los datos de la ASF sobre algunas variables del mercado laboral. En 2007 los que estaban en el desempleo absoluto sumaban 1 millón 655 mil personas; cuatro años después ya eran 2 millones 561 mil. Un aumento de 906 mil 110 desempleados: 54.8%.
Subocupados (aquellos que tienen un trabajo insatisfactorio y que por eso buscan otro para completar un ingreso que les permita satisfacer las necesidades básicas) eran 3 millones en 2007; en 2011, un millón más.
En la informalidad había 11.6 millones en el primer año de gobierno de Calderón. En el quinto, 2011, sumaban 13.4 millones. Casi un millón 800 mil más “en actividades laborales con bajos niveles de productividad, de mínimas remuneraciones salariales y carente de seguridad social”, dice la ASF.
E interpreta: El mercado laboral formal “no retornó a los niveles prevalecientes en 2007”. El subempleo y la informalidad fueron el refugio de millones de personas para obtener un ingreso.
Peor aún, dice el ente fiscalizador, se deterioró la estructura salarial de los trabajadores subordinados o remunerados. Se redujo el número de trabajadores que ganaban más de tres salarios mínimos y aumentó el de quienes ganan de uno a tres mínimos.
Dice la ASF: El número de personas que percibían más de tres salarios mínimos se redujo en 980 mil 475 durante el periodo 2007-2011. En cambio, el número de quienes ganan de uno a tres mínimos se incrementó en 2 millones 191 mil trabajadores en el mismo lapso.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso 1895, ya en circulación)
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